Cosas del Alma

20.Jul.2010 / 06:22 pm / Haga un comentario

Del Che Guevara

Vieja María, vas a morir,

quiero hablarte en serio.

Tu vida fue un rosario completo de agonías,

no hubo hombre amado, salud, ni dinero,

apenas el hambre para ser compartida;

quiero hablar de tu esperanza,

de las tres distintas esperanzas

que tu hija fabricó sin saber cómo.

Toma esta mano que parece de niño

en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.

Restriega tus cayos duros y tus nudillos puros

en la suave vergüenza de mi mano de médico.

Escucha, abuela proletaria:

cree en el hombre que llega,

en el futuro que nunca verás.

Ni reces al dios inclemente

que toda una vida mintió tu esperanza;

ni pidas clemencia a la muerte

para ver crecer a tus caricias pardas;

los cielos son sordos y en ti manda el oscuro,

sobre todo tendrás una roja venganza

lo juro por la exacta dimensión de mis ideales.

Muere en paz, vieja luchadora.

Vas a morir, vieja María;

treinta proyectos de mortaja

dirán adiós con la mirada,

el día de estos que te vayas.

Vas a morir, vieja María,

quedarán mudas las paredes de la sala

cuando la muerte se conjugue con el asma

y copulen su amor en tu garganta.

Eran tres caricias construidas de bronce

(la única luz que alivia tu noche),

esos tres nietos vestidos de hambre,

añorarán los nudos de los dedos viejos

donde siempre encontraban alguna sonrisa.

Eso era todo, vieja María.

Tu vida fue un rosario de flacas agonías,

no hubo hombre amado, salud, alegría,

apenas el hambre para ser compartida,

tu vida fue triste, vieja María.

Cuando el anuncio de descanso eterno

enturbia el dolor de tus pupilas,

cuando tus manos de perpetua fregona

absorban la última ingenua caricia,

piensas en ellos. Y lloras,

pobre vieja María.

¡No, no lo hagas!
No ores al dios indolente
que toda una vida mintió tu esperanza;
ni pidas clemencia a la muerte
tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de asma.

Pero quiero anunciarte
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las venganzas,
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.

Toma esta mano que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo,
restriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mi mano de médico.

Descansa en paz, vieja María,
descansa en paz, vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
¡lo juro!.

 

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