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20.Jul.2010 / 04:51 pm / Haga un comentario

Construir un nuevo sujeto histórico ¿Cómo es eso?. ¡Nosotros somos el Nuevo Sujeto Histórico!

Quien construye es constructor; un constructor conoce de antemano su oficio, lee planos, sabe de las proporciones de los elementos de una mezcla, conoce de las fuerzas, los tipos de suelos. En fin un constructor ES. El constructor construyendo se construye.

Nosotros-pueblo, los que estamos comprometidos con los procesos de transformación que vive Venezuela y el resto del mundo, y especialmente quienes estamos convencidos de que el camino para esa transformación es el socialismo; nosotros-pueblo, que hemos abrazado la práctica revolucionaria, que intentamos comprender la realidad, los contextos, las síntesis históricas; que andamos produciendo teoría para adecuar experiencias; en fin, nosotros-pueblo que somos seres en permanente constructo al mismo tiempo que constructores, síntesis que por tal circunstancia histórica no nos hace diferentes a los demás, ¿cómo podemos decir que vamos a construir un nuevo sujeto histórico?. Al asumir esa postura corremos el riesgo de vernos ajenos al proceso constructivo, y eso no es cierto.

El proceso político latinoamericano, en especial el que está en pleno desarrollo en Venezuela, apenas si está comenzando a dibujarse, con matices, por supuesto. Por ejemplo, creo que es en Bolivia en donde se están expresando con increíble crudeza la lucha de clases; Brasil es una bomba de tiempo al igual que Argentina, países en donde el neoliberalismo ha encontrado terreno fértil. Ecuador y Venezuela aparecen con una clase media muy fortalecida, aunque la sangre aborigen del primero imprime mayor fuerza a la lucha. El pueblo colombiano debe despertar en cualquier momento, cuando ello ocurra correrán ríos de lava ardiente. Centro América ha comenzad a transitar caminos de revolución con la Nicaragua de Sandino y El Salvador de Farabundo Martí.

Pero hasta ahora optamos por el camino electoral, por la vía pacífica para intentar el control político y económico; ese el común denominador para toda Latinoamérica. He ahí lo sui generis; he ahí lo inédito, lo que nos obliga a ser estudiosos, creativos. Bajo esas circunstancias debe emerger un nuevo sujeto histórico, eso es lo único que sabemos. ¿Cómo será? ¿Cuándo será el parto?, son respuestas que estamos construyendo.

Entonces, tengamos cuidado cuando digamos “vamos a construir un nuevo sujeto histórico”, no vaya ser que nos estemos mirando aislado de ese proceso de auto-construcción y construcción colectiva, que nos creamos no-pueblo, que hablemos del pueblo en tercera persona. Creo que la tarea es la de crear colectivamente las condiciones para que emerja un nuevo sujeto histórico, y esas condiciones no deben ser otra que el diario ejercicio de la participación y el protagonismo, sin más distinciones que las derivadas de las diferentes síntesis socio históricas de quienes participan en el proceso de socialización de saberes. Hablemos de conformarnos en un Nuevo Sujeto Histórico.

¿Transferir Poder al Pueblo?. ¡NO! ¡Restituir es la tarea!

La soberanía reside en el pueblo. Ser soberano implica que el pueblo tiene (construye) capacidad para decidir por sí mismo, sin delegación y sin que se lo permitan. Cuando se tiene esa capacidad se tiene el Poder. Si el Poder no está en manos del pueblo, es porque su síntesis histórica, política y social, no es la necesaria para su ejercicio.

El Poder no se transfiere. ¿Cómo puede ser eso? O el pueblo tiene el Poder o éste simplemente no existe; en condiciones así lo que existe es una dictadura o una falsa democracia. El Poder no es una dádiva de la institucionalidad; es una conquista producto de la profundización de las contradicciones entre las clases sociales que pugnan por el Poder económico y, consecuentemente, por el Poder Político. Cuando esas contradicciones llegan a su máxima expresión, estallan las revoluciones.

El Poder entonces es una condición, una cualidad inherente a la Soberanía. No es posible ser Soberano sin el ejercicio y control del Poder; este es: la capacidad soberana  para la construcción permanente de su historia, de nuevas síntesis, y se hace real sólo cuando el pueblo se organiza para el desarrollo de las capacidades para 1) intervenir y transformar la realidad mediante un programa de luchas revolucionario; 2) decidir el camino, los objetivos, las estrategias, las herramientas de participación y las formas de lucha; y 3) actuar a través de formas administrativas y jurídicas que emanen de las coyunturas históricas.

El pueblo es depositario del Poder porque es Soberano, no puede ser de otra manera. Si el pueblo está sometido a regímenes dictatoriales o de falsas democracias y, además, no ha elevado su conciencia política, estará subyugado, sometido por las clases imperantes. Cuando el pueblo eleva su conciencia política, producto de la conciencia de sus condición de dominado y explotado y de la necesidad de transformarse, entonces luchará por asumir el Poder, porque sabe que no hay otro camino para redimir a toda la sociedad, para la conquista de su libertad y de la de sus opresores.

La democracia participativa es la soberanía que se hace tangible en el ejercicio de la voluntad general la cual no puede enajenarse nunca, y el soberano, que es un SER colectivo, no puede ser presentado más que por sí mismo. La consecuencia es lógica: si la soberanía reside en el pueblo y éste acepta obedecer a un poder distinto, por ese mismo acto se disuelve como pueblo y renuncia a su soberanía…la voluntad…la soberanía no admite representación (Plan de desarrollo de la nación 2007 – 2013).

Entonces la tarea de la vanguardia es la restituir al pueblo el poder usurpado

¿Beneficiarios? ¡Accionarios, camarada!

Si existen beneficiarios es porque hay beneficiadores; los primeros actúan como sujetos pasivos en la relación; los segundos tienen la potestad de beneficiar (o no beneficiar), poseen los instrumentos y los medios para hacer llegar el beneficio. Considerar a unos beneficiarios y a otros beneficiadores legitima las nociones burguesas de la propiedad; del pueblo ajeno a la producción de riqueza;  del necesario bienestar de unos para drene, a partir de ellos, el bienestar al resto de la sociedad. Esto huele a la vieja y perversa visión del Estado Mendigo. Si la gente es beneficiaria es porque la institucionalidad que existe le es ajena, está distante, no le pertenece o no pertenece a ella. Cuando el pueblo es El Poder no es beneficiario es accionario, es decir, el que acciona, el que actúa, el que ejerce, el que posee la capacidad de SER sin delegarla.

¿Poder constituido? ¡Permanente Poder Constituyente!

Rotundamente ¡NO!. Esa visión viene minando la esencia de la soberanía popular. Lo que existe es una nueva institucionalidad que intenta definir su esencia, que se debate entre la legitimación y reproducción de la ideología dominante y la emergencia de una nueva, la socialista, con nuevas formas para el ejercicio del poder y para la conquista de la libertad plena; a los cuadros que la integran se delegan responsabilidades administrativas para desarrollar y ejecutar decisiones que soberanamente tome el pueblo.

Existen también nuevos actores y un nuevo sujeto histórico en emergencia, pariendo un SER distinto. Todas estas existencias conviven en medio de la confrontación violenta entre las clases sociales (pobres y ricos) que intentan el control del poder económico. Por lo tanto, el SER revolucionario es una condición que necesariamente impide a la Revolución institucionalizarse y burocratizarse, porque una vez que ello ocurre, la revolución se vuelve una morisqueta y el socialismo una quimera.

Un revolucionario asume una responsabilidad institucional como medio para continuar la revolución dentro y desde de las formas jurídico administrativas que se construyen para redistribuir las riquezas y no como un fin en sí mismo; un revolucionario debe tener claro que el Estado es un instrumento de legitimación de las clases sociales y de perpetuación de la lucha entre ellas; y mientras la sociedad está dividida en clases, será inhumana porque unos, la minoría, viven de la miseria de otros, la mayoría. Por lo tanto, mientras exista el Estado, la revolución es permanente y los revolucionarios están en constante revolución interna y revolucionando al mundo; bajo esa circunstancia la noción de Poder Constituido es antirrevolucionaria, encierra una profunda contradicción ideológica, un contrasentido histórico.

 

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